A propósito del inicio de la
primavera y próximos al mes del niño, hablemos un poco de la renovación. Como
bien sabrás cada átomo que conforma nuestro cuerpo y el organismo en su
totalidad vive ciclos constantes de renovación que le sirven para liberarse de
los elementos que ya no necesita, llámense células muertas, toxinas, etc. En la
naturaleza lo vemos claramente (o lo veíamos) en cada estación. En invierno pareciera
que toda la naturaleza descansa, se recoge en sí misma, como reflexionando,
descansando, preparándose para la renovación, y en primavera despierta con un
nuevo vigor, con la voluptuosidad de la vida en cada planta, flor, árbol, ave.
Sin embargo, a nosotros los
humanos y mayormente a los adultos nos pasa que esos períodos de renovación y/o
de cambios nos resultan difíciles, dolorosos, imposibles, los alargamos por
miedo al cambio, “más vale malo por
conocido que bueno por conocer”.
¿Por qué sucede esto?
Sería bueno recordar que cuando éramos
pequeños y disfrutábamos de una tarde de juegos en el parque con los amigos y
de pronto empezaba a llover, la alegría seguramente se disparaba al doble, el
delicioso placer de saltar en un charco, de correr con la ropa mojada y la cara
mirando al cielo, saboreando por quien sabe qué extraño placer las gotas que caían
despreocupadas en la lengua. Era algo que como dice el comercial “no tenía
precio”, sucedía que en ese entonces nos adaptábamos a los cambios naturalmente
y los disfrutábamos al máximo.
Si te decían que no podías jugar
con tal cochecito o muñeca, no dejabas de jugar, simplemente te inventabas que
ahora un lápiz o el periódico, o las migajas del pan eran un nuevo juguete y
dabas rienda suelta a la creatividad, permitías que tu imaginación volara. No
había inhibición para decir lo que pensabas, no limitabas tu comportamiento, ni
tus pensamientos al qué dirán, si corrías y te caías, sólo sacudías el polvo y
seguías corriendo, a veces, alguien tenía que darte una paleta para que
olvidarás el dolor, limpiarás tus lágrimas y siguieras siendo un niño feliz.
Cuando crecemos limitamos
nuestras experiencias a nuestros juicios de valor: bueno o malo, placentero o
displacentero, adecuado o inadecuado, pocas veces vivimos la experiencia libre
de expectativas, de juicios, disfrutándola y aprendiendo de ella todo lo que
podamos sin limitarla, así vivíamos las cosas cuando éramos pequeños.
No está mal que hayamos madurado,
que evitemos cosas con base a malas experiencias. Lo que no es tan bueno es
limitar nuestra vida a ese territorio conocido, limitar incluso nuestra
imaginación, habilidades y creatividad, sólo por miedo al qué dirán, sólo por
tratar de quedar bien con el mundo o por el miedo atroz de perder la seguridad
que nos da nuestra vida actual, aunque no estemos satisfechos con la misma.
Hay gente a la que le gusta estar
en la pasividad de una vida terrible y encuentran maravilloso abrazarse de la
queja y lamentación constante, pero si tú no te cuentas dentro de esa gente,
por favor, sigue leyendo.
Te voy a dar varios ejemplos; queremos
empezar a hacer ejercicio, comer mejor, beber o fumar menos, ya íbamos muy bien
y al tercer día, zas, nos damos un atracón, fumamos o no queremos hacer
ejercicio. Decidimos que como en ocasiones anteriores hemos fallado nuevamente,
no servimos para estas cosas, nunca dejaremos el vicio, o bien, no vale la pena
intentarlo. En este punto nuestro niño interior enarca las cejas, nos mira con
la mirada de sabios que sólo los niños tienen y nos dice con una voz muy bajita
y llena de confianza -Ya güey, no manches ¿a poco ni siquiera lo vas a intentar?,
sin miedo, yo te echo porras-.
Para renovarnos, a veces es
necesario desinhibirnos, permitir que nuestra imaginación y creatividad nos
muestren el cierre que necesitamos para cada ciclo. Desapegarnos de aquello que
nos hace daño y asirnos de nuestra voluntad y curiosidad para recibir lo que viene.
Pasemos de la pasividad a la
actividad. La renovación conlleva responsabilidad, pero nadie dijo que la
responsabilidad sea mala, al contrario, la responsabilidad de nuestras
decisiones es el regalo que trae consigo la libertad.
Renuévate, recupera a tu niño interior,
tal vez el inicio de Abril sea un buen momento para evolucionar, para activar nuestro
cambio.