miércoles, 4 de marzo de 2015

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La belleza del hombre-proveedor en la relación de pareja.


Este artículo no cuenta con evidencia científica de los puntos que iré mencionando más adelante, tampoco es una reseña del libro arriba mencionado y mucho menos de la película, sin embargo, nos sirve de base para entender el discurso que parece prevalecer en el inconsciente de muchas mexicanas en edad “casadera”.

No importa que tan incómodo o cómodo parezca este tema; el hombre ideal de muchas es el que cumple con el perfil del hombre-proveedor de mediados del siglo XX, sí,  ese hombre de familia de los años 50s, responsable, que era capaz de darle casa, ropa y sustento a su virginal (que no virgen) y abnegada mujer; trabajador, caballeroso, machista (moderadamente machista), más el extra de ser un excelente amante.

Pero, cuáles son las implicaciones de este hombre ideal y qué rol debería de cumplir “la mujer ideal”. 

Reza el dicho: Cuidado con lo que deseas que se te puede hacer realidad.

1.- El hombre-proveedor es aquel que tiene una vida laboral exitosa o por lo menos que le permite vivir holgadamente, y que le permitiría (si fuera necesario) mantener a su pareja sin problemas y hasta con gusto.

Suena ilógico este planteamiento dado que hoy día las mujeres abogamos por nuestra independencia y autonomía, sin embargo, está “seguridad” de que el hombre venga en rescate de la damisela en desgracia aún sigue resonando en los corazones del grueso femenino.

Desde la perspectiva  femenina, esta capacidad del hombre de poder llevar el rol de proveedor, implica confianza, seguridad, compromiso, lo que sumado sería igual a Amor Incondicional. Entendamos, entonces, que el significado asignado al proveedor-padre es el de esa figura fuerte e incondicional, con la que puedes contar en todo momento.

2.- El hombre-proveedor posee a la mujer.

Antes de que renuncies a esta lectura por considerar este artículo “machista”, permíteme explicarte a qué me refiero con “poseer” y en dónde nace este deseo incómodo pero real de pertenecerle a alguien. Todos nosotros como seres humanos nacimos del “deseo del otro”, del deseo de nuestros padres de procrear o ejercer su sexualidad y al nacer nos convertimos en el hijo o hija, de papá y mamá. Desde ahí pertenecemos a alguien y ese pertenecer en la mayoría de los casos nos representa goce, seguridad y estabilidad.

Entonces, siguiendo con esta lógica que nos es “natural y familiar”, buscamos en la pareja aquel con quien nos sintamos a gusto, que nos proporcione seguridad y estabilidad, pero como la vida no es rosa, al igual que con nuestros padres, habrá ciertos rasgos de la personalidad del otro, que nos serán desagradables y algunas veces intolerables.

3.- El hombre-proveedor ideal de este siglo debe ser un buen amante.

Porque la mujer de hoy día, en la mayoría de los casos, ya no es la dulce princesita inexperta y/o virgen que llegaba al altar intacta. Afortunadamente, la liberación sexual y femenina en nuestro país nos permite experimentar con más libertad y menos culpa nuestra sensualidad y sexualidad. Por lo que ahora se espera que la pareja pueda construir una intimidad erótica saludable y de ser posible creativa.

4.- ¿Qué pasa con el rol mujer-madre?

Claro, ante el deseo del hombre-proveedor ideal del siglo XXI, está la contraparte femenina. La mujer-madre, la pareja independiente pero capaz de dejarse “cuidar y proteger”, autónoma pero cómoda con la “vigilancia” (tipo gallo cuidando que la gallina no se salga del gallinero) que el hombre prodigara a su “pertenencia” con amor.

Tolerancia, paciencia y aceptación total, como toda buena madre, la mujer debe tener el temple firme, pero ser comprensiva con ciertos comportamientos del otro.

5.- La mujer-madre poseerá por lo menos una cualidad que la haga digna de ser exhibida como un “trofeo” de cacería ante su “tribu” (entiéndanse amigos, familia, colaboradores, etcétera) del hombre-proveedor.

6.- La mujer-madre de ser necesario tendrá que solucionar aquellos menesteres que en el transcurso de la historia han sido labores consideradas “femeninas”, entiéndase, quehaceres domésticos, y lo que implique cualquier característica del rol de madre, cómo, cuidado, consuelo, crianza.

Nos podríamos extender en un debate innecesario sobre lo erróneo o correcto de las afirmaciones anteriores, pero honestamente ¿a qué hombre le desagradaría relacionarse con una mujer que se ocupe de la lavandería, cocina y que encima sea buena amante y autosuficiente?, ¿a qué mujer le desagradaría que le abran la puerta del auto, que le den el paso en la acera, o simplemente que la abracen fuertemente ante algún exabrupto hormonal?

No se trata de mantener “roles” arcaicos y limitar los derechos, habilidades y capacidades de hombres y mujeres, se trata de eliminar los dobles discursos, incongruencias y ambigüedades de lo que decimos desear en términos de pareja, y lo que realmente deseamos en términos de adultos maduros, que conscientemente entienden que no hay ser humano perfecto y que toda relación es un acuerdo con cláusulas que debemos respetar de común acuerdo.


Si hay algo que te hizo sentido o te molesto mucho de lo anterior, es el indicativo de un patrón interno que puede enseñarte mucho de ti mismo y de tu forma de relacionarte con el otro.

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