La belleza del hombre-proveedor en la relación de pareja.
Este artículo no cuenta con
evidencia científica de los puntos que iré mencionando más adelante, tampoco es
una reseña del libro arriba mencionado y mucho menos de la película, sin
embargo, nos sirve de base para entender el discurso que parece prevalecer en
el inconsciente de muchas mexicanas en edad “casadera”.
No importa que tan incómodo o
cómodo parezca este tema; el hombre ideal de muchas es el que cumple con el
perfil del hombre-proveedor de mediados
del siglo XX, sí, ese hombre de familia
de los años 50s, responsable, que era capaz de darle casa, ropa y sustento a su
virginal (que no virgen) y abnegada mujer; trabajador, caballeroso, machista
(moderadamente machista), más el extra de ser un excelente amante.
Pero, cuáles son las
implicaciones de este hombre ideal y qué rol debería de cumplir “la mujer ideal”.
Reza el dicho: Cuidado con lo que deseas
que se te puede hacer realidad.
1.- El hombre-proveedor es aquel que tiene una vida laboral exitosa o por
lo menos que le permite vivir holgadamente, y que le permitiría (si fuera
necesario) mantener a su pareja sin problemas y hasta con gusto.
Suena ilógico este planteamiento
dado que hoy día las mujeres abogamos por nuestra independencia y autonomía,
sin embargo, está “seguridad” de que el hombre venga en rescate de la damisela en
desgracia aún sigue resonando en los corazones del grueso femenino.
Desde la perspectiva femenina, esta capacidad del hombre de poder llevar
el rol de proveedor, implica confianza, seguridad, compromiso, lo que sumado sería
igual a Amor Incondicional. Entendamos, entonces, que el significado asignado
al proveedor-padre es el de esa
figura fuerte e incondicional, con la que puedes contar en todo momento.
2.- El hombre-proveedor posee a la mujer.
Antes de que renuncies a esta
lectura por considerar este artículo “machista”, permíteme explicarte a qué me
refiero con “poseer” y en dónde nace este deseo incómodo pero real de
pertenecerle a alguien. Todos nosotros como seres humanos nacimos del “deseo
del otro”, del deseo de nuestros padres de procrear o ejercer su sexualidad y
al nacer nos convertimos en el hijo o hija, de papá y mamá. Desde ahí
pertenecemos a alguien y ese pertenecer en la mayoría de los casos nos
representa goce, seguridad y estabilidad.
Entonces, siguiendo con esta
lógica que nos es “natural y familiar”, buscamos en la pareja aquel con quien
nos sintamos a gusto, que nos proporcione seguridad y estabilidad, pero como la
vida no es rosa, al igual que con nuestros padres, habrá ciertos rasgos de la
personalidad del otro, que nos serán desagradables y algunas veces intolerables.
3.- El hombre-proveedor ideal de este siglo debe ser un buen amante.
Porque la mujer de hoy día, en la
mayoría de los casos, ya no es la dulce princesita inexperta y/o virgen que
llegaba al altar intacta. Afortunadamente, la liberación sexual y femenina en
nuestro país nos permite experimentar con más libertad y menos culpa nuestra
sensualidad y sexualidad. Por lo que ahora se espera que la pareja pueda
construir una intimidad erótica saludable y de ser posible creativa.
4.- ¿Qué pasa con el rol
mujer-madre?
Claro, ante el deseo del hombre-proveedor ideal del siglo XXI,
está la contraparte femenina. La mujer-madre, la pareja independiente pero
capaz de dejarse “cuidar y proteger”, autónoma pero cómoda con la “vigilancia”
(tipo gallo cuidando que la gallina no se
salga del gallinero) que el hombre prodigara a su “pertenencia” con amor.
Tolerancia, paciencia y
aceptación total, como toda buena madre, la mujer debe tener el temple firme,
pero ser comprensiva con ciertos comportamientos del otro.
5.- La mujer-madre poseerá por lo menos una cualidad que la haga digna de
ser exhibida como un “trofeo” de cacería ante su “tribu” (entiéndanse amigos,
familia, colaboradores, etcétera) del hombre-proveedor.
6.- La mujer-madre de ser necesario tendrá que solucionar aquellos
menesteres que en el transcurso de la historia han sido labores consideradas “femeninas”,
entiéndase, quehaceres domésticos, y lo que implique cualquier característica
del rol de madre, cómo, cuidado, consuelo, crianza.
Nos podríamos extender en un
debate innecesario sobre lo erróneo o correcto de las afirmaciones anteriores,
pero honestamente ¿a qué hombre le desagradaría relacionarse con una mujer que
se ocupe de la lavandería, cocina y que encima sea buena amante y
autosuficiente?, ¿a qué mujer le desagradaría que le abran la puerta del auto,
que le den el paso en la acera, o simplemente que la abracen fuertemente ante
algún exabrupto hormonal?
No se trata de mantener “roles”
arcaicos y limitar los derechos, habilidades y capacidades de hombres y
mujeres, se trata de eliminar los dobles discursos, incongruencias y ambigüedades
de lo que decimos desear en términos de pareja, y lo que realmente deseamos en términos
de adultos maduros, que conscientemente entienden que no hay ser humano
perfecto y que toda relación es un acuerdo con cláusulas que debemos respetar
de común acuerdo.
Si hay algo que te hizo sentido o
te molesto mucho de lo anterior, es el indicativo de un patrón interno que
puede enseñarte mucho de ti mismo y de tu forma de relacionarte con el otro.
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